Sang de gauche - Sierra de Teruel - Espoir

El testimonio de una causa

 

 

Febrero de 1939. Carretera de Le Perthus. Una mujer arrastra con dificultad un carrito de niño mientras con la otra mano retiene a una niña de corta edad que no cesa de llorar. Detrás, unos hombres cubiertos con una manta a rayas, cargados con paquetes mal atados, blasfeman. Hace tres días que andan. Otros han dejado el carro, la bicicleta, las maletas, la ropa, los recuerdos, todo lo que tenían. Han perdido la esperanza, les queda el miedo. Hace rato que aviones franquistas no los ametrallan, posiblemente a causa de la lluvia. Les esperan los Pirineos nevados y su viento helado. Como ellos, cientos, miles y miles de personas desfilan hacia un destino idéntico.

Oyen un claxon. Se apartan maquinalmente. Sólo la niña se vuelve. Grita: “¡Mira mamá!”. Un camión jadeante, cargado con la carcasa de la parte delantera de un avión hecha de contrachapado y celofán, monstruosa, esperpéntica. Por los bordes, colgando, los ojos desorbitados de una cámara cinematográfica. En la cabina, sin puertas, se acurrucan cuatro hombres. Dos de ellos: André Malraux y Max Aub. Un escritor francés, premio Goncourt y un español, secretario del Consejo Nacional del Teatro. El primero quiere filmar la escena. Los demás le convencen de que no lo haga.

Ellos también huyen. No han podido terminar la película que filmaban en Barcelona y que acabaría llamándose Espoir - Sierra de Teruel. Malraux, ayudado por el español, quería hacerla para promover la ayuda a la República; para conseguir que la presión popular acabara con la No-Intervención. No han llegado a tiempo. La obra quedó a medio hacer. Detrás quedan numerosas anécdotas. La incertidumbre les espera.

En la primavera de 1938, André Malraux contacta con Max Aub, a quien había conocido al principio de la guerra, en su primer viaje a Madrid de julio de 1936. Le propone que sea su ayudante en una película que quiere filmar. Trae consigo grandes planes, promesas de proyección en Estados Unidos y la ayuda del Jefe del Gobierno republicano, Juan Negrín. Empezarán a rodar en junio. El título inicial será Sangre de izquierda, sacado de un fragmento de la novela L’Espoir.(1) Después cambiará dos veces de nombre.

La primera dificultad se centró en el reclutamiento de los artistas. Las primeras ilusiones de Malraux, artistas internacionales como Von Stroheim, se vieron borradas por el hecho de que el gobierno español había dado pesetas, pero no divisas.(2) Max Aub, secretario del Consejo Nacional del Teatro, consiguió artistas locales, como José Sempere (Comandante Peña) o José María Lado (campesino). Otros contaban con grado militar, como Andrés Mejuto (capitán Muñoz) e incluso alguno tenia filiaciones derechistas, sirviéndole el estar enrolado en la película como protección; tal fue el caso de Julio Peña (Attignies). A ellos se unieron algunos técnicos franceses, como el director de fotografía, Louis Page, o el operador André Thomas, que habían participado en el rodaje de La Kermesse heroïque, de Feyder. Los interiores se rodaron en los estudios Orfea Films, en la montaña de Montjuich.

Los extras, eran reclutados también por Max Aub, al ritmo de las necesidades. Para las escenas previstas, visitaba los pueblos rurales cercanos a Barcelona, fotografiando caras para primeros planos, moda en vigor entonces gracias en especial a la influencia del cine ruso. Si no contaban con los campesinos, se dirigían a los numerosos grupos de refugiados que Barcelona había acogido al huir de las zonas que iba ocupando el ejército de Franco. En una ocasión, el coche oficial, cedido por Presidencia del Gobierno, recogió a unos de ellos, y se dirigió a los estudios de rodaje. Como éstos estaban contiguos al Servicio de Información Militar, alguno de los reclutados saltó en marcha del coche y huyó por la montaña, temiendo ser apresado por la policía militar.

La ubicación de los estudios causó más de un problema. Los bombardeos eran continuos, en especial sobre las instalaciones del cercano puerto, lo que hacía aumentar el riesgo para los componentes del equipo de rodaje. Asimismo, en cuánto sonaba la alarma, por seguridad, se cortaba la corriente eléctrica en toda la ciudad. Ello hizo imposible el revelado de la película en Barcelona, debiéndose hacer en Francia, a pesar de las dificultades de comunicación existentes. Dicho revelado era realizado por Roland Tual, en los estudios Pathé de Joinville, cerca de París, de forma clandestina, de noche, con la ayuda de operarios pertenecientes a partidos de izquierda. A menudo, el positivado tardaba semanas (en alguna ocasión después de pasar clandestinamente los Pirineos) lo que dificultaba la coherencia entre las escenas. La calidad de la cinta virgen tampoco fue siempre la adecuada, ya que dadas las dificultades de conseguirla, cuando se retrasaba algún envío de París se compraba, de tipo distinto, a los reporteros gráficos que iban abandonando el país ante el avance de las tropas rebeldes.

La filmación de la película tuvo dos etapas, en España y en Francia, después de la entrada de Franco en Barcelona (febrero 1939). En España, los exteriores fueron filmados en diversas poblaciones cercanas a Barcelona, simulando la Sierra de Teruel (segundo nombre de la película), inaccesible por haber sido ya ocupada por el enemigo. En Barcelona, se rodó principalmente en la calle Montcada (en la escena en que un coche sale para destruir un cañón franquista), en el patio donde actualmente se ubica el Museo Picasso, y en la calle Santa Ana, cercana a la Plaza Cataluña. Para seguir con la escena del cañón, el resto de las secuencias se rodaron en Tarragona, durante septiembre de 1938. Una anécdota curiosa sucedió cuando se requirió a un acróbata que condujera el coche, para saltar de él en el último momento. No lo supo realizar, confesando después que él era especialista en juegos malabares y no un acróbata. También en la misma escena, al principio aparece un perro (por insistencia de Malraux) en el asiento trasero, que era sujetado por el propio Max Aub agachado. Ante la peligrosidad de un coche lanzado a toda velocidad por una calle estrecha y de pronunciada bajada, en la parte final se aprecia la ausencia de dicho perro.

Otro de los exteriores, quizá el más emblemático, fue el de la escena final, en la que los campesinos de Valdelinares (en realidad el pueblo de Collbató, en las estribaciones del macizo de Montserrat) van a recoger los heridos de un avión siniestrado. Para ello, el gobierno cedió más de 2.000 soldados durante los días de filmación. Imaginemos lo difícil que sería tal concesión, en vísperas de la última ofensiva republicana, en el rio Ebro, que precisaba de todos los efectivos disponibles. La filmación de un número tan elevado de personas descendiendo de la montaña, formando una zeta (el final), al más puro estilo de Eisentein, acompañada de la música compuesta para la ocasión por Darius Milhaud, es quizá el momento más emotivo de toda la película.

Algunas de las escenas no pudieron rodarse en el orden establecido, dadas las dificultades que la guerra entrañaba. Por ejemplo, el fragmento de Linás, en la que un joven mira desde la ventana del ayuntamiento y dice:(3) “Echan a correr por las ametralladoras de los moros”, refiriéndose a una manada de toros, no pudo filmarse por no haberse encontrado ni toros ni vacas en toda Cataluña. Finalmente, posiblemente rodado en Francia con posterioridad, aparece un rebaño de ovejas sin ningún atisbo de dramatismo. Tampoco pudo conseguirse filmar ninguna escena en la que aparecieran tanques, puesto que los pocos con los que contaba la República estaban en el frente. La única vez que aparecen tanquetas, en la escena de los guerrilleros rodada en la calle Santa Ana, se utilizaron imágenes de archivo de algún noticiario.

La continuación de la filmación en Francia, entre febrero y junio de 1939, tampoco fue fácil. A las dificultades que tenían todos los refugiados españoles (Max Aub estuvo internado en diversos campos de concentración), se unió la escasez de medios económicos, puesto que la República priorizaba obviamente la ayuda a los exiliados. Fue entonces cuando la ayuda del amigo de Malraux, el productor Edouard Corniglion-Molinier, así como de Roland Tual, se convirtió en decisiva. Se rodó en los estudios de Joinville y algunos exteriores en Villefranche de Rouerge, lo que permitió finalizar, a trancas y barrancas, la película. Se descartaron numerosas escenas, en especial las centrales referidas al pueblo de Linás. De las 39 previstas, sólo 28 fueron rodadas. Pero el empecinamiento de aquellos hombres hizo posible su sueño, más allá de la esperanza. La guerra se había perdido, pero era necesario dejar el recuerdo de la causa republicana a las generaciones venideras. Fue un proceso doloroso. Dice Max Aub: “Nada duele tanto como la esperanza, cuando la esperanza pende de un hilo”.

Pero los problemas para Sierra de Teruel (este era el nuevo nombre de la película, sugerido por Corniglion-Molinier) no acabaron. En París se presentó la película a las autoridades republicanas en el exilio, presididas por Juan Negrín, pero el gobierno Daladier prohibió su exhibición pública. Días después estallaba la guerra. Posteriormente, dada la afinidad del gobierno nazi con el de Franco, se procedió a ordenar la destrucción de los materiales de propaganda republicanos que pudieran hallarse en Francia, entre ellos la película rodada por Malraux. La fortuna, o el heroísmo anónimo de alguien, hicieron que las bobinas de una de las copias fueran cambiadas de caja, salvándose así de la destrucción. Al finalizar la guerra, se hallaron en el envase correspondiente a Drôle de drame, película de Marcel Carné, también producida por Corniglion-Molinier.

Acabada la guerra, André Malraux es nombrado ministro por De Gaulle. Su película, ahora bajo en nombre de Espoir (sin l’), gana el premio Louis Delluc en1945. Quedaba atrás el esfuerzo de unos hombres, para los que, en palabras de Max Aub, los problemas políticos eran también morales. Un esfuerzo más allá de toda recompensa, por el convencimiento de estar haciendo lo correcto, lo necesario. Dice también Aub: “un trabajo como el que hicimos sólo puede llevarse a cabo con una entrega total. Laborábamos sin reservas, sin pensar, consagrados, empleándonos a fondo, sin otra intención que hacer lo que fuese, lo mejor posible”. Así fue.

Quede pues el testimonio de “estas viejas y humildes imágenes, memoria de lo que mi generación buscó desesperadamente: el puerto de la libertad por el camino siempre áspero de la justicia. Nos quedamos en el camino, pero éste es el camino”.(4) Gracias Malraux; gracias Max Aub; gracias tantos y tantos héroes anónimos. Teníais razón. Gracias.

 

Antoni Cisteró

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1) Quand Lopez sortit de la Jefatura, les enfants revenaient de l’école, cartable sous les bras. Il marchait, bras en ailes de moulin et regard perdu, et faillit marcher dans une flaque noire : un anarchiste l’écarta, comme si Lopez eût failli écraser un animal blessé : - Prens garde, vieux, dit-il. Et, respectueusement: - Sang de gauche -. A. Malraux,  L’Espoir, Col. Folio Plus, Ed. Gallimard, Paris. 1996. pág. 181.

2) Las 750.000 ptas iniciales, además de equipo y facilidades para el estudio, etc, eran muy superiores al costo medio de una producción de la época, que se calculaba en unas 400.000 ptas. A pesar de ello, las dificultades hicieron aumentar mucho el costo final.

3) Secuencia XII-24.

4) M. Aub,  Prólogo a la edición de Sierra de Teruel de 1968, en «Archivos de la Filmoteca». Filmoteca de la Generalitat Valenciana, año I, nº 3, pág. 48